SPACE X, o cuando lo excepcional se vuelve
ordinario
Los
medios de comunicación masivos que ‘sufrimos’ en Chile resultan bastante limitados.
No sólo están las limitaciones propias de la línea editorial, vale decir, la ‘tendencia’
del medio –o sus dueños y/o accionistas- que limita las informaciones de
acuerdo a sus intereses ideológicos o materiales. Están también otras limitaciones anexas a la anterior: la
falta de variedad y cobertura de la información entregada.
En
efecto, si atendemos al noticiario de TV típico no son más de cuatro las
secciones que lo componen: lo policial (que incluye la tragedia del momento
aparte de la amplia cobertura a lo delictual), lo internacional (en realidad
una pasadita breve a las tragedias que han ocurrido en otros países), la
política nacional (centrada especialmente en la polémica o la anécdota del
momento) y una amplia sección de ‘deportes’ (que en realidad debería llamarse
de ‘fútbol’).
Los
canales de TV se defienden aduciendo que eso es lo que la gente quiere ver. Y
parece que no andan tan lejos. Las noticias ‘serias’ hacen caer el “rating”
(medido con el people meter) con tanta rapidez como sube cuando se trata de una
tragedia. Quizá haya algo de morbo en la población, lo cierto es que –y ese es
nuestro punto- esta situación limita enormemente no solo lo que se dice en los
medios sino que también los ejercicios de análisis de la realidad.
Por
otro parte, pareciera ser que la reducida élite local está ávida de política.
Los sectores de izquierda llevan décadas reclamando en contra de la supuesta tendencia derechista-conservadora de los dos
grandes medios escritos de Chile (La Tercera y El Mercurio, dueños también de
La Cuarta y Las Últimas Noticias, respectivamente). Habiendo completa libertad
de prensa en el país la acusación resulta un tanto extemporánea. Desde algunos
años y luego de la quiebra del diario La Época (vinculada a sectores de centro
izquierda) han surgido varios medios de línea “progresista” que se vinieron a
sumar al sempiterno El Siglo (dependiente del Partido Comunista). The Clinic y
El Ciudadano son ejemplos de esta línea. A ellos se suma también, en el ámbito
de los medios electrónicos, El Mostrador.
Pero
algo ‘no anda’. El tiraje de los aparentemente abundantes medios de izquierda
es muy reducido y pareciera ser que su público objetivo lo es también. Es tan
reducida su circulación que uno llega a preguntarse si la gente de izquierda es
tan poca o simplemente no lee. Pero no, soy de la idea que el tema pasa más que
nada por la reducida oferta –ahí está otra vez- de informaciones y análisis que
estos medios publican. Por alguna razón que no alcanzo a comprender, “el” tema
de estos medios alternativos es la política. La misma política que hace cambiar
de canal a la teleaudiencia común y que no interesa a gente que ya no los ve
como a partidos propositivos y con ideas claras, sino como a barras de un
equipo que no se diferencia de otras más que por autoidentificación y razones emotivas.
El
punto es que si no fuera por el cable y algunos sitios web, no sabríamos lo que
ocurre en el mundo. Bendita globalización que permite ver más allá y no permanecer
viéndose el ombligo todo el tiempo.
Dos
grandes noticias, de esas que tienen efectos a largo plazo, han ocurrido
recientemente. Por una parte, el PNUD –Programa de las Naciones Unidas para el
Desarrollo- ha confirmado unas cifras que ya se adelantaban el año pasado:
entre 1990 y 2010 la pobreza en el mundo SE REDUJO en mayor cantidad que nunca
antes en la historia de la Humanidad. Tanto así, que para 2009 ya estaban cumplidas
las metas en reducción de pobreza
propuestas para el 2015. Entre tanta tragedia y pesimismo que los medios
muestran, no solo se trata de una muy buena noticia sino en una inyección de
esperanza para mucha gente. Otra cosa es la lectura que podemos hacer de tales datos. Digamos solamente que todo esto
ocurre en un período en que la globalización y los mercados libres han dominado
en el mundo.
Por
otro lado, el 22 de Mayo recién pasado un cohete despegó desde EEUU con una
cápsula cargada de materiales para la estación internacional. Después de 55
años de viajes espaciales la nota pasó casi inadvertida para la mayor parte de
la gente.
Casi.
El
cohete en cuestión (un Falcon 9) y la cápsula (una Dragon) no fueron lanzados
por la NASA como fue lo habitual en los últimos 40 años. Y no lo fueron porque
la agencia espacial de EEUU (un ente estatal creado en los años sesenta) ya no
dispone de su principal vector espacial. El transbordador fue retirado de servicio después de 30 años de
uso y dos accidentes fatales. Y ante la falta de un sustituto, por primera vez
en la historia, el gobierno de EEUU ha concesionado a una empresa privada los
lanzamientos de rutina que abastecen a la estación internacional.
Este
hecho, que pasó como algo ordinario, deja entrever algo realmente excepcional,
visto en una dimensión histórica. Después de haber sido la vitrina de las
naciones, la ‘carrera’ espacial ya no es tal. Por lo mismo, desde la llegada a
la luna (1969) no ha ocurrido mayor cosa en la exploración espacial. El afán de
salir a conquistar el espacio se enfrió sirviendo entretanto sólo como buen
tema para películas y novelas. Con la caída de la URSS ya no había ningún apuro
y parecía ser que más allá de la luna no llegaríamos ni en varias décadas más.
Eso hasta ahora.
La
llegada de la empresa privada al espacio no sólo se trata de un hito histórico.
Marca también lo que probablemente sea una aceleración de la exploración
espacial. De partida, “Space X” (la empresa encargada del envío) ha logrado ser
operativa en menos de una década (la compañía en si fue fundada en 2002),
marcando un récord en cuanto a la rapidez para fabricar y operar una plataforma
espacial. Al mismo tiempo lo ha hecho a una fracción del costo empleado por las
agencias espaciales dependientes de los estados. Por ello cabe esperar que el
estancamiento se esté rompiendo en este tema y que en el futuro próximo se
materialicen otros proyectos que ya están en marcha (como por ejemplo el
turismo espacial). Así, probablemente seamos testigos en el futuro cercano del
viaje del primer chileno al espacio, que como van las cosas no será alguien de
la Fuerza Aérea sino un ciudadano común y corriente (con harta plata claro).
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