Parece que mañana sale en El Observador. La columna está limitada a 2500 caracteres, por eso no puedo ahondar en la idea. A ver si quedó claro lo que quice decir:
No cabe duda que las inversiones públicas realizadas en Quillota en los últimos años han cambiado el rostro de la ciudad. El eje Condell se ha transformado en una obra emblemática y casi de tanta trascendencia histórica como lo fue en su momento la llegada del ferrocarril. También ha sido muy significativa la repavimentación del camino troncal, obra que ha dado un fuerte impulso a la comuna de La Cruz. Pero, ¿qué pasa con La Calera?.
De acuerdo al último censo (2002), La Calera era la segunda ciudad de la provincia y demográficamente hablando, no estaba a demasiada distancia de la capital provincial. De hecho, si tomamos lo que corresponde a población urbana, las “ciudades” (y no comunas) de La Calera y Quillota diferían en poco más de diez mil habitantes.
La Calera tiene el potencial de convertirse en una ciudad modelo. Posee una de las mayores densidades demográficas de la región, esto quiere decir que en poca superficie logra concentrar a su población. Lo anterior no es menor, ya que uno de los factores que más influye en la calidad de vida en las áreas urbanas es el tiempo que toman los desplazamientos dentro de ellas. Está también su ubicación privilegiada, justo en una encrucijada de caminos y destinos: norte-sur; costa-interior.
El mercado y el ojo de los inversionistas han visto ese potencial y explican la gran inversión privada realizada por cadenas del retail nacional. Sin duda, estas inversiones también le han cambiado el rostro a la antigua urbe cementera.
Pero lo que no aparece en La Calera es la inversión pública. A diferencia de lo que viene ocurriendo en comunas vecinas, el Estado no ha hecho inversiones significativas en el espacio urbano calerano. Por mucho tiempo se han postergado obras que deberían ser una realidad: un segundo puente sobre el Aconcagua, un nuevo eje de desplazamiento como alternativa a calle Carrera y por qué no, un estadio a la altura de un equipo de primera división. Incluso el hospital biprovincial debería estar, por motivo de equidistancia geográfica, en un área cercana a La Calera.
Hace poco El Observador hacía notar que hasta los ministros no pasaban por La Calera. Pero seamos justos, esto viene ocurriendo hace tiempo y es inexplicable. No hay ninguna razón para que la ciudad cementera no tenga espacios (y subsidios) de renovación urbana, avenidas repavimentadas y obras públicas a la altura de su dinamismo. Resulta impresentable incluso que ni siquiera la municipalidad cuente con un edificio propio y digno de su labor.
Ojala que las elecciones municipales de este año abran un debate respecto a este tema y que esta vez, las autoridades si pasen por La Calera.
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