viernes, 18 de febrero de 2011

ÔTZI

Esta es la historia de un hombre que vivió hace 5300 años. Tenía 46 años y vivía en los Alpes italianos. Un día, preparado para una gran travesía partió internándose en los bosques del piemont. Allí durmió y comió algo: pan de harina de trigo, algunas raíces y carne de siervo. Pero parece que nuestro amigo tenía problemas y tal vez huía. Quizá se encontró con alguien en el camino y pelearon. Cuchillo de piedra en mano enfrentó a su contendor hiriéndolo. No sabemos si lo mató pero si sabemos que nuestro Otzi resultó con una profuna herida en su mano. Siguiendo su camino usó un tipo especial de musgo para curar su herida. En su huída perdió su arco. Así, mientras seguía su camino montaña arriba fue confeccionado uno nuevo. Pero sus enemigos querían vengarse y lo sorprendieron. Otzi corrió cerro arriba pero una flecha disparada desde unos 30 metros lo alcanzó en su espalda. Siguió avanzando y lo hizo por varias horas. Pronto el cansancio y la pérdida de sangre lo vencieron y tuvo que detenerse a recuperar fuerzas. Y ahí, en lo alto de la montaña fue sorpendido nuevamente mientras descansaba, quizá medio dormido. Esta vez no tuvo suerte y recibió un fuerte golpe de piedra en el rostro cayendo aturdido de espaldas. Su desconocido vengador lo dió vuelta y extrajo la flecha que permanecía enterrada de Otzi y lo dejó ahí tirado aturdido y moribundo desangrándose lentamente en medio de la montaña. Y en ese lugar permaneció hasta que en Septiembre de 1991 fue hallado por unos turistas alemanes.

El relato anterior es sólo ilustrativo de lo que pudo haber pasado a este hombre. Lo cierto que su cuerpo fue hallado semi congelado en un caso de momificación natural. El análisis post morten sugiere que fué asesinado: la punta de flecha seguía en su espalda y había comprometido un vaso sanguíneo importante. Presentaba además, fractura de cráneo.
Otzi al ser encontrado en 1991. En ese momento nadie sospechaba la antiquísima data de muerte: más de 5000 años.





domingo, 13 de febrero de 2011

UNA MUJER EXTRAORDINARIA

Es sabido que el rol de la mujer en la sociedad ha ido evolucionando en el tiempo. Sabido es también que en el mundo antiguo el protagonismo de las féminas era reducido a las labores hogareñas y de reproducción. Es por eso que cualquier mujer que escape a aquel sino cuasi obligatorio, llama la atención.
En palabras de Platón, que no la conoció personalmente pero que la recuerda un par de siglos después..."Dicen que hay nueve musas. ¡Los desmemoriados!. Han olvidado la décima: Safo de Lesbos". Según Montanelli, un escritor italiano del siglo XX, en la Grecia clásica, Safo "era la poetisa por antonomasia, como Homero era por antonomasia el poeta".
"Frágil y menuda de cuerpo, semejaba un carboncillo encendido por mor de la piel, el pelo y los negrísimos ojos. Mas, como todos los carboncillos encendidos, ardía ante cualquiera que se le acercase..." (Montanelli, "Historia de los griegos").
Se caso, tuvo una hija "que no cambiaría -escribió- por todo la Lidia y ni siquiera por la adorable Lesbos" y pronto enviudó heredando una fortuna. Se dedicó luego a instituir un colegio para señoritas donde se inscribieron todas las de la mejor sociedad de Mitilene (ciudad principal de la isla de Lesbos).
Y siguiendo con lo que nos dice Montanelli sobre la décima musa..."Pero luego comenzaron a cundir extraños rumores sobre las costumbres que ella introdujo en aquella escuela. Y un día los padres de una hetaira (nota de la R: "hetaira" significa literalmente "compañera"; fue la manera de referirse a las alumnas del mentado colegio. No confundir con aquellas otras hetairas que recuerda la historia griega y de las cuales hablaremos en otro tema) llamada Atti acudieron a llevarse a su hijita, que era justamente la preferida de la maestra.
El dolor que le provocó la salida de Atti inspiró su pluma en el "Adios a Atti".

 "Vete tranquila.
No te olvides de mí porque sabes, debes saber, que yo estaré siempre a tu lado.
Y si no quieres saberlo, te recordaré lo que tú olvidas:
muchas horas felices pasamos juntas;
han sido muchas las coronas de violetas, de rosas, de flor de azafrán
y ramos de eneldo que junto a mí te ceñiste.
Han sido muchas las veces que bálsamo de mirra y regio ungüento,
derramaste sobre mi cabeza. Yo no podré olvidarlo y tú, tampoco.

Igual a los dioses me parece el hombre dichoso que te abraza
y te oye en silencio con tu voz de plata y tu sonrisa risueña...
Cuán cara y hermosa era la vida que vivimos juntas.

Pues entonces, con guirnaldas de violetas y dulces rosas cubrías junto a mí tus rizos, ondeantes.
Y con abundantes aromas preciosos y exquisitos ungías tu piel fresca y joven en mi regazo y no había colina ni arroyo ni lugar sagrado que no visitáramos danzando..."


La obra de Safo fue condenada a la hoguera durante la Edad Media. Sólo afines del siglo XIX dos arqueólogos ingleses descubrieron en Oxicorrinco dos sarcófagos que entre otros textos aún legibles, se encontraban seicientos versos de su autoría. Es todo lo que queda de una obra que debió ser más (digo, para impresionar a Platón).
Naturalmente el tiempo cambia todo. Con Safo y de los prejuicios moralistas de much@s, ha quedado la expresión 'lesbianismo'. Pero bueno, nadie ha reconocido que la historia sea 'justa'.

Chassériau, Théodore - Sappho Leaping into the Sea from the Leucadian Promontory - c. 1840
Esta pintura se basa en una historia que al aprecer involucró a otra Safo. Se trata de un suicidio por el amor no correspondido de un tal Faón. El descubrimiento de poemas de vejez hacen corregir hoy el error histórico.
El siguiente es un fragmento de un poema hallado en Egipto atribuído a Safo.

Vosotras cuidad, hijas, de los dones hermosos de las Musas
de fragante regazo, y de la vibrante lira compañera del canto.
Pero mi piel que antes fue tan suave la sometió ya la vejez
y blancos se han vuelto mis negros cabellos de antaño.
Pesado se ha hecho mi ánimo, y no me sostienen las rodillas
que otro tiempo fueron tan ágiles como corzas en la danza.
De eso me lamento día tras día. ¿Pero qué puedo hacer?
Cuando se es humano, no es posible dejar de envejecer.
De Titono, en efecto, contaban que la Aurora de brazos de rosa,
inflamada de amor, lo raptó para llevarlo al confín de la tierra
porque era bello y joven. Mas de igual modo a él con el tiempo
lo atrapó la grisácea vejez, aun teniendo una esposa divina.